Sol Doura

Me asombra el velo del inconsciente: ligero y pesado, superficial y profundo. Trabajo a partir de, o a pesar de, esa transparencia contradictoria. Mi trabajo como artista visual está signado por la intuición: las fotografías, las piezas de acuarela, óleo y tinta, tienen en común la composición inconsciente. Es como si se tratara de un fluir libre que toma cuerpo en una obra visible. Disfruto esa autonomía creativa, y a partir de ahí exploro. Intento develarme, encontrar la naturaleza universal en mí contenida. Intento descubrir historias o paisajes, el viaje imaginario y la contradicción - fundacionales en mí -. Este movimiento incesante me transporta de un lugar a otro, a veces físico; otras, mental; otras, emocional. El papel es cómplice de esa búsqueda, me absorbe, se lleva una parte de mi alma y la cicatriz que le queda es el rastro de mi cuerpo que alguna vez estuvo enfrente suyo. La fotografía, por otro lado, es el resultado de un fuego que quemó un recuerdo o la impaciencia ante la voracidad del olvido. La foto implica el haber estado enfrente de algo que vi, percepción visual que necesité registrar contra la angustia que genera el paso del tiempo. Tanto en la pintura como en la fotografía, el arte para mí es un acto de resistencia y transformación al mismo tiempo. A través del arte aprendí que lo único estable es aquello que cambia y que la flexibilidad es la única condición para sostener un camino firme. Lo que agarro con las manos se me escapa y por eso sostengo que me interesa el territorio de lo indescriptible, el de la fantasía, que incandescente aparece sólo con los ojos cerrados o la atención distraída. Me gusta trabajar con esa energía, con lo sutil, el susurro, la invasión de lo que yace bajo la superficie: cierta sensación sin nombre ni dueño. Un sentimiento que no es mío ni de nadie. Brota así de mí la tinta o el click fotográfico que limita lo blanco, lo insondable, lo no registrado, lo que aún sin forma es un claro paisaje. La naturaleza aparece siempre en este mundo imaginario, que se completa cuando es visto por otro. Al atravesar el cuerpo y la memoria de alguien más, una pieza artística se convierte en obra, reconvertida en el potente acto de mirar. ¿Qué verás vos, cuáles recuerdos se harán eco a partir de lo que mi cuerpo fabrica artísticamente? Esa es una de mis curiosidades más grandes en este momento de socialización de mi obra: si trabajo sobre mi inconsciente, ¿cómo se configura con otros, y cómo esto se revela como una red, que entiendo como inconsciente colectivo?

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