En su influyente texto de 1912 titulado “Sobre lo Espiritual en el Arte”, Vasily Kandinsky abogaba por un arte que pudiera ir más allá de la imitación del mundo físico, inspirando, como él decía, “vibraciones en el alma”. Pionero de la abstracción como la forma más rica y musical de expresión artística, Kandinsky creía que las propiedades físicas de las obras de arte podían despertar emociones, y produjo un grupo revolucionario de lienzos cada vez más abstractos, con títulos como “Fuga”, “Impresión” e “Improvisación”, con la esperanza de acercar la pintura a la creación musical.

Las pinturas de Kandinsky son, en sus palabras, “expresiones mayormente inconscientes y espontáneas del carácter interior, de naturaleza inmaterial”. Aunque “Improvisación No. 30 (Cañones)” al principio parece ser una combinación casi aleatoria de colores brillantes, formas y líneas, el artista también incluyó edificios inclinados, una multitud de personas y un cañón con ruedas y humo. En una carta al abogado de Chicago Arthur Jerome Eddy, quien compró el cuadro en 1913 y luego lo donó al Instituto de Arte, Kandinsky explicó que “la presencia de los cañones en la imagen probablemente podría ser explicada por las constantes conversaciones de guerra que han estado ocurriendo durante todo el año”. Con el tiempo, Kandinsky dejó de hacer estas referencias al mundo material en su obra y se dedicó por completo a la abstracción pura.